sábado, 16 de febrero de 2008

VUELTA A CERO...o de la incertidumbre a la rutina.

Como de costumbre es e día se fue temprano en la mañana a la Oficina de Correos, parecía que aquel iba a ser un día como cualquier otro. En el camino curiosamente no se encontró con nadie de los que habitualmente merodeaban por las calles del sector, pero en ese momento no pareció tener ninguna importancia.

Al doblar en la esquina, justo una cuadra antes de su lugar de trabajo, le pareció desconocer la calle por la que había transitado por cinco años todos los días, pero inmediatamente pensó en lo ocupado que su actividad laboral lo mantenía todos los días y quizás por ello no se había percatado de cómo había cambiado aquel sector. Rápidamente recobró la atención en llegar raudo a su destino, ya que eran las diez menos cinco y llevaba varios días llegando después de su horario de entrada y el nuevo administrador era bastante quisquilloso con el horario, con paso firme bajo la vista y aceleró su caminar.

Sin querer y sacando cuentas de la cantidad de cartas por repartir que el día anterior no había entregado, subió las escaleras y empujo, casi en forma mecánica, la puerta giratoria de entrada al recinto, sin mirarla, rápidamente sintió que la textura de la puerta era demasiado áspera para la puerta de vidrio de la entrada, en cuestión de segundos levanto la vista y se encontró con una puerta de madera que era la entrada a una construcción. Con una sonrisa de desconcierto se alejo un par de metros moviendo la cabeza y pensando en lo distraído que estaba.

Al mirar a su alrededor un escalofrío recorrió todo su espalda, sin pensarlo comenzó a recorrer el lugar tratando de asegurar la certeza, a la cual se aferro por unos instantes, y que sólo su despreocupación lo había hecho equivocarse tal vez de cuadra, pero mientras más avanzaba, mas desconocido se tornaba el sector. Se detuvo abruptamente frente a una vitrina que por efecto de la luz reflejaba una imagen que debió ser la suya, pero no se reconocía en aquel reflejo, se fue acercando con espanto al improvisado espejo y logró percibir que sí bien era él quien estaba en el reflejo, su vestimenta no era con la cual se había levantado aquella mañana. Por un momento creyó reconocer a alguien que irrumpió en el reflejo y que lo miraba con cierta extrañeza, se dio vuelta y con un sentimiento de tranquilidad exclamó, Alberto, a lo cual el sujeto exclamó, perdón, Alberto que alivio, replicó, sin reparar en que el sujeto parecía tan desconcertado como él, señor, creo que usted me confunde, exclamó el sujeto y con indiferencia emprendió su camino.
Sin comprender que sucedía se tomó la cabeza con ambas manos y se sentó en algo que parecía ser un monolito, de pronto le pareció que esa situación ya la había vivido en otra ocasión. ¡¡¡¡Claro!!!! Fuera de la Oficina de Correos había un monolito en el cual siempre se sentaba a ordenar las primeras cartas, se para y lo observó, con cierta esperanza… efectivamente, el monolito tenía una inscripción que recordaba la fundación de la oficina, se volteo y con asombro se encontró frente a un edificio de unos 15 pisos, con una gran placa que decía: Oficina de Correos de Chile.

Si ya estaba complicado, esto lo confundió aún más, caminó un par de metros en dirección contraria y se sentó en un lago pasillo de bancas, en lo que parecía ser un paseo peatonal que daba justo frente al edificio, sólo en ese momento comenzó a recordar lo que en la mañana le había ocurrido y, en su momento lo había considerado normal. Primero que no topará con nadie en el trayecto a la oficina y segundo que desconociera el sector el sector donde se encontraba, de pronto recordó que había salido en la mañana con algo imprescindible en su trabajo, el bolso ene el cual guardaba la correspondencia que debía repartir en el día, se levanto y corrió al sector en el cual inicialmente había comenzado esta verdadera pesadilla, en el lugar no había nada sólo ese edificio en construcción. De pronto observó que en la puerta había un letrero al que no había prestado atención que decía, NO SE ACEPTAN CARTEROS, una mueca de incomprensión se dibujó en la cara de Andrés, pero ¿Cómo?, ¿Que tiene que ver un cartero en una construcción? De improviso la puerta de madera que servía de acceso a la construcción se abre abruptamente y se asoma un rostro que pareció conocido, hola Andrés, exclamo la persona, otra vez por acá, sin entender lo que sucedía se acerco al sujeto y reconoció consternado al Administrador de la oficina que evidentemente, hacia las veces de capataz de la construcción, su atuendo obviamente distaba mucho del que utilizaba en el trabajo, don Pedro, exclamó tímidamente, no… si soy Meter Pan, respondió irónicamente quien se suponía era, hasta el día anterior, el Administrador de la Oficina de Correos.
Te dije ayer que no se aceptan carteros, exclamó, cuando Andrés se preparaba a volcar todas sus dudas en aquel sujeto, éste cerro de un golpe la puerta, sin aún comprender la situación se dio vuelta y comenzó a caminar por la calle con las manos en los bolsillos, al cabo de un par de metros se detuvo y observó que se repetía un hecho, el que no circulaba absolutamente nadie por las calles, ni siquiera habían vehículos. Hasta ese momento sólo se había encontrado con dos personas, el sujeto que lo observaba en la vitrina y el capataz de la construcción. Ambos curiosamente eran caras conocidas, todo era confuso, casi por un impulso decidió ir a aquel lugar que tenía el monolito y que se encontraba fuera del edificio de la Oficina de Correos, miles de pensamientos se agolpaban en su cabeza, pero todos sólo ayudaban a aumentar su sentimiento de incertidumbre, a pocos metros de la entrada observó que se acercaban al edificio algunas de las personas que ingresaban, al parecer, mostrando una identificación. Casi como un destello pensó que sólo había algo que se mantenía como referencia en los extraños acontecimientos del día y era el hecho de que el seguía, a diferencias de muchas cosas, siendo un cartero, lo afirmaba el que lo reconocieran en la entrada de la construcción como tal, se ordeno el pelo en una acción inconsciente y se dirigió sin vacilar a la entrada del edificio, de la nada surgió un guardia que lo tomó del hombro y le solicitó su identificación, Andrés no había reparado en ese detalle, pero automáticamente dirigió su mano en busca de la identificación que, como de costumbre, guardaba en la cartera derecha de su chaqueta, introdujo su mano y confiadamente sacó la billetera, la abrió, tomó la identificación con la cual contaba y la entrego al guardia, todo esto mirando insistentemente hacia el interior del edificio, sin reparar en que como estaban las cosas quizás que podría decir aquella identificación, casi en el mismo momento en que reflexionaba sobre este asunto, el guardia le dijo, adelante, y depositó la identificación en un gabinete, vaciló por un momento e ingreso, temeroso, al edificio. Lo primero que divisó fue una pileta de agua justo en medio del espacio del primer piso, lo que acrecentó la sensación que desde hacia un momento había comenzado a experimentar sequedad en al garganta. De pronto se percató que toda la actividad que no existía fuera del edificio, la gente, el ruido se encontraba allí; se aproximó al guardia y con mucha amabilidad le solicitó un vaso de agua, por supuesto, le respondió y lo conminó a seguirlo a una suerte de cocina que se encontraba en una esquina de ese piso, sin ver la cara del guardia recibió el vaso de agua y al momento mismo de aproximarlo a su boca sintió una sensación de desvanecimiento.
Al recuperar el conocimiento se encontró recostado en lo que se parecía mucho al despacho del administrador en la Oficina de Correos, antes de que terminara de realizar una especie de reconocimiento visual entró en la oficina don Pedro y le dijo, ya viene su señora, no se preocupe le aseguro que su traslado al edificio central de las oficinas de correos, será algo nuevo, pero se va a acostumbrar

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