domingo, 16 de marzo de 2008

A VECES ME CANSO


ONE

Al abrir los ojos por la mañana.
Al sentir calor en la cara,
cuando pienso a cada instante en mañana
cuando siento el peso en mi espalda,
logro hacer resurgir este drama,
el que cada día se entrama,
y se constituye en mi karma.
Juro día a día me cansa.

TWO

Cada vez que pienso en mañana,
trato de animarme a esta etapa,
y pienso
esto de vivir si que cansa,
tal parece que uno nunca descansa
y la vida nunca se cansa,
es como si viviera con ansias
de vivir y de hacer sentir esas ganas.

THREE

Pero a veces eso me cansa,
pues la vida a veces se ensaña,
y uno siente que ella lo engaña
que juega con fuego y que estalla
y en un nuevo instante se empaña
el lente con que miro el mañana
y deja entonces de ser un drama
y vemos que ya ha trascurrido el mañana.

FOUR

Y de nuevo el sol
es mañana,
el pasado es ahora el mañana,
el eterno retorno me embarga
y el futuro es de nuevo mañana.
Pienso en no cansarme mañana,
la frescura a dado en mi cara,
es el viento de la mañana,
la paradoja de esta jugada
es que sigo
siempre, en mañana.

ME DEDIQUE A PERDERTE

O de los efectos de la balada en un día de hiperventilación

Un día, de vuelta de una maldita jornada de trabajo, atareado por lo que hice y por lo que deje de hacer, capturado por ese maldito perfeccionismo que a ratos me torna obsesivo, comencé caminar de regreso a casa y, sin saber como, me encontré llenándome del aire que entraba a bocanadas por la ventana entreabierta del colectivo.

De pronto ensimismado por la rutina me note evitando al máximo cualquier relación con el conductor, el que interactuaba con la radio en voz alta, intentando hacerme parte de su conversación. En un acto casi surrealista, mientras fingía escuchar a quien por azar se encontraba a mi lado, comencé inconscientemente a hacer coincidir la canción que sonaba en la radio, con las imágenes que desfilaban una tras otra a gran velocidad mientras el vehículo se desplazaba por las calles de Concepción.

No recuerdo específicamente cuales fueron los primeros temas, pero la coincidencia de las imágenes con la música, me introdujo con agrado a un ejercicio que me saco por completo de la agobiante cotidianeidad.

Ese estímulo poco habitual y tan sencillo, me hacia esperar con ansiedad el próximo tema y la superposición de los ruidos y las voces al interior de ese reducido espacio perdió toda relevancia, lo cual se vio reforzado por el despliegue vehemente que me otorgo por varios minutos la música electrónica que sonaba en la radio, sin embargo, cuando llegaba al punto culmine de este ejercicio, fui devuelto groseramente a la realidad por un desacuerdo estético que impulso al chofer del colectivo a cambiar de emisora y transportarme al mundo de la balada. En menos de dos segundos mi nueva entretención fue lapidariamente destrozada.

Sin embargo, el alboroto neuronal que esa situación había provocado, me hizo reparar en un tema que tal vez en otra circunstancia habría sido solo una balada más, eso si con alguna diferencia significativa en la reacción, lo que marcara la diferencia.

Al principio me pareció algo burda, pero transcurridas algunas calles el contenido, la letra de la canción, comenzó a generarme cierto sentido, ya que describía claramente esa cotidianeidad abrumante, como rutina, y el como la suma de todos estos aspectos afectaba esos espacios ocultos y muchas veces postergados de la intimidad.

El interprete, un mexicano bastante melódico, en una serie de estrofas y de sobre manera en el estribillo, haciendo gala de una actitud que hace algún par de años sólo podría haber sido atribuible a una mujer, se culpaba de aquello que le daba sentido a la canción, no en una acción de reproche, sino mas bien en una suerte de reflexión, incluso podríamos decir de introspección.

En un ejercicio tan desgarrador como estoico, una y otra vez la canción, por boca de su intérprete, repite la idea central y se responde casi en una acción retórica culpándose de ser el causante del distanciamiento en la relación.

Casi sin darme cuenta habíamos avanzado en cuestión de casi cuatro minutos a mi lugar de destino, mientras me acomodaba para bajarme del colectivo, lo último que escuche del locutor fue… “y ahí teníamos a Pedro Fernández con Me dediqué a perderte”.


A la Chilena..en Peñaflor


















Que puedo decir, despues de 18 años de amistad...el 23 de febrero del 2008, con casi una hora de atraso y con algo de culpa de mi parte, con un viaje extennuante encima, una de mis pocas amigas decidio unirse a Pablo. Espero que sea este el comienzo de maravillosos años juntos y de una larga lista de satisfacciones. Un abrazo a la distancia.