martes, 8 de diciembre de 2009

AL DESAYUNO

o de las divagaciones mañaneras en un día nublado.


Hace ya tiempo, había dejado de sentir el pulso de la mañana, los rostros dormidos con pasos presurosos, encaminados hacia la rutina, motivados por el deber ser de cada día. Qué curioso encontrarme nuevamente así con la realidad, y que ventura el poder ser un testigo tan ajeno de este dantesco paisaje, de la monotonía personificada en cada uno de los transeúntes que circulan grises amalgamándose con las tonalidades del día. Y yo, sentado como en un escaparate, casi siendo exhibido, como un mudo testigo del acontecer de un día. Espero, acompañado del aroma de un café, que despierta mi consciencia haciéndome sentir que, sólo por hoy, no soy uno de ellos.

Cantabria, en Concepción, un día de diciembre.

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